Mañana en la noche
16 de febrero de 2015
Amigo,
Conocer a una persona puede cambiarte la vida y el proceso puede tardar años, incluso te puedes dar cuenta de ese cambio demasiado tarde y eso es extraño. Pero es aún más extraño cuando una persona te cambia la vida en cuarenta y cinco minutos.
Has pasado los últimos meses creando
esperanzas y guardando ideas en tu cabeza de lo que podría suceder si ese
hombre que conociste en septiembre se fijara en ti, si te diera un beso, si te
abrazara y te quisiera. Y revisas tu teléfono en busca de un mensaje, en busca
de una llamada perdida y no encuentras ninguno de los dos. Seguramente te
preguntas qué hiciste o qué dijiste, lo piensas a profundidad y la respuesta se
reduce a que él no vio en ti las cualidades necesarias para seguir adelante,
para tomar el riesgo, para conocerte mejor. Y eso te hace dudar, te obliga a ir
con un poco más de cuidado y a tener un poco más temor del que tuviste ayer.
Afortunadamente mañana conocerás a alguien te hará olvidar todo eso.
Estarás fuera de la ciudad por
cuestiones relacionadas al trabajo, llegarás al hotel a las ocho de la noche y
le pedirás a un desconocido que te visite. Te sentirás nervioso porque así
eres. Te cambiaras el suéter que traías puesto por uno más limpio, te lavarás
la cara y te peinarás un poco. Esperarás a que suene tu teléfono avisándote que
ha llegado. El teléfono sonará y con prisa irás a la recepción, lo buscarás y
no lo encontrarás.
Habrá
un hombre de unos cincuenta años recargado en la puerta con un teléfono móvil
en la mano. ¿Será él?, te preguntarás. Harás una llamada, te contestará (no, no
es el señor de cincuenta años quien te espera) y te dirá que se encuentra en su
vehículo. Una vez que salgas buscarás a alguien parecido a quien has visto en
las fotos, no lo encontrarás de inmediato y caminarás desesperadamente tratando
de disimular. Entonces, a lo lejos, verás que se abre la puerta de uno de los
muchos autos que estarán estacionados. Sonreirás.
Subirás al auto y él comenzará a
manejar sin rumbo definido entre calles amplias y otras no tanto, quizá más
iluminadas de las que hay en tu ciudad. Te hará reír con el nombre extraño de
un parque. Te llevará por lugares que ya has visto antes y por otros que ni
siquiera has imaginado. Hablarán de cosas que de pronto parecerán banales pero
que son necesarias en toda primera charla y él soltará, con o sin intención,
algún dato que resultará muy interesante para ti. Te llevará a comer unas
pizzas a un puesto que está a punto de cerrar, ambos bajarán del auto y se
pondrán frente a la luz que hay en ese puesto y que ilumina todo lo que
alcanza. Esa luz te permitirá observarlo y te darás cuenta que es más blanco
que tú y te gustará la sudadera de la facultad de ciencias químicas que trae
puesta y notarás que realmente se parece al hombre de las fotografías que has
visto, pero en versión mejorada, en tercera dimensión.
Los minutos se te pasarán volando y
cuando menos lo imagines estarán de nuevo en el estacionamiento del hotel, para
ese entonces habrás identificado que es un hombre cuyas respuestas son cortas y
que no se ríe tanto, que tiene una buena voz y que maneja bien. Hablarán unos
minutos más y se despedirán. Lo abrazarás, teniendo cuidado de no presionarlo
tanto ni de que sea un abrazo sin gracia. Por tu mente cruzará la idea de
besarlo, pero no lo harás, pocas veces te has atrevido a hacer algo así por distintas
razones, algunas más estúpidas que otras. Luego, sonreirás y bajarás del auto.
Irás a tu habitación, te pondrás ropa para dormir y descansarás como siempre te
gusta hacerlo.
Lo que él va cambiar en ti radica en algo muy sutil y sencillo y de eso te darás cuenta tú mismo. Por otra parte, te hará analizar dos cosas: primero, durante meses te has obsesionado con alguien, con un habitante de este mundo que te ignora, cuando existen millones de almas que puedes conocer. Segundo, las cosas se deben hacer en el momento, no importa lo que vaya pensar él o cualquier otra persona. Si no lo has hecho es porque no has querido.
En pocas palabras, como dijo uno de tus autores favoritos «toda la sabiduría de cómo vivir la vida se resume en una frase: no te atores en pendejadas». Por cierto, te comento que la vida no siempre presenta dos veces la misma oportunidad.
Un
abrazo.
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