Siempre seremos «el pendejo» para alguien
A un hombre que me dio esta lección hace unas semanas, a quien siempre admiro y agradezco.
- Si yo fuera ella no hubiera publicado un
libro de poemas.
- Mi jefe es un tonto, por eso la empresa está
como está.
- El gobierno debería implementar tal o cual
estrategia.
- Mis padres no me educaron de la manera
adecuada.
- Yo hubiera puesto un negocio de otro giro en
lugar del que tú montaste.
Y
se han dicho cosas peores donde la palabra «pendejo» puede llegar a tomar mucha
relevancia. Si no hiciste tal cosa, si hiciste el proceso demasiado largo o
demasiado corto, si utilizaste otro color, si pagaste más o pagaste menos, si
lo publicaste un año antes o un años después, en fin… si eres el responsable de
tomar decisiones siempre serás un pendejo para otra persona.
Pero
hay que poner atención, no solo juzgamos a las personas en la toma de grandes
decisiones (por decirlo de alguna manera), los juzgamos en cuestiones tan
sencillas y carentes de importancia como en la ropa que utilizan, el peinado
que eligieron, el color de uñas o la religión que deciden profesar.
Algo
positivo es que las personas que son verdaderas tomadoras de decisiones ya se
dieron cuenta de esta realidad y han decidido aceptarla y seguir adelante (algo
que todos deberíamos hacer).
Sin
embargo, existimos aún aquellos que tachamos de pendejos a quienes deciden
emprender el viaje por el mundo de la aventura a través de sus propias
decisiones. Y peor aún, existimos aquellos que no tomamos decisiones por miedo
precisamente a que nos puedan clasificar como unos pendejos.
En
este mundo tan aparentemente abierto, bien comunicado y solidario, solemos
clasificarnos como personas de mente abierta, pero aplicamos esa apertura de
mentalidad solo a aquellas mentes que coinciden con la nuestra.
«Tiene
sentido ser abierto de mente si eres consciente de que existen las mentes
cerradas (y de cómo son)», es una frase que leí el fin de semana, del autor Svend
Brinkmann.
Me
aclaró mucho el panorama, haciéndome ver que juzgamos todo aquello que no se
ajuste a nuestro pequeño mundo, al que tenemos cercano y al que estamos
acostumbrados. Esto es visible desde la perspectiva de quien juzga y del
juzgado. Por eso vemos a gente tan elevada intelectualmente ahogándose en un
vaso de agua porque los otros, que no piensan como él, hacen cosas
contrarias a su lógica. Y vemos al atrevido que salió de su zona de confort,
dudando constantemente de su trabajo porque otros, cómodamente desde su sillón,
lo tachan de loco al intentar hacer algo diferente.
La
sorpresa llega cuando nosotros (quienes juzgamos) podemos finalmente ocupar ese
lugar tan deseado, aquel que nos permitirá cambiar todo lo aquello que antes
criticamos, donde podremos demostrar que
nosotros si vamos a acomodar el desmadre que el pendejo anterior
dejó… y una vez que estamos ahí vemos que no están fácil como pensábamos.
Hay
que ser conscientes de que escribir un poema puede llevarte una hora o meses,
crear las condiciones para que una organización funcione, asegurar el pago de
nómina y proveedores llega a causar un estrés tremendo, a los padres nadie los
enseña a ser padres pero en casi todos los casos nos dan lo mejor de ellos, los
emprendedores fallan y fallan pero es precisamente eso lo que les permite
encontrar en algún momento la libertad que otros tantos anhelamos, y el
gobierno… bueno el gobierno creo que es un poco más complejo pero dentro de la
estructura existen muchos funcionarios que buscan dar lo mejor de sí a quienes
prestan su servicio.
Si
nos diéramos el tiempo de hacer lo que el de al lado hace, nos daríamos cuenta
de lo que implica. Con esto no quiero decir que no critiquemos, que no nos
quejemos, al contrario, eso nos ayuda a identificar cuáles cosas nos molestan,
qué situaciones no nos gustan y aquello que creemos debe cambiar para bien.
Pero
si somos de los que constantemente estamos tachando a la gente de pendeja, quizá
deberíamos hacer un poquito de lo que ellos hacen o conocer un poco más su entorno
y su pasado.
Y,
por otra parte, si hemos detenido algún proyecto, algún viaje, buscar un nuevo
trabajo o tomar nuevas responsabilidades por miedo a no hacerlo bien, a quedar
como pendejos frente a los demás o frente a nosotros mismos, creo que es de lo
más normal, pero deberíamos acostumbrarnos a eso: a ser unos pendejos, pero
algunos pasos más cerca de lo que realmente queremos.
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