Quien no arriesga un huevo, no saca un pollo

Hace algunas semanas tuve dos momentos que me hicieron mucho reflexionar. Uno de ellos en el ambiente laboral y el otro, un poco más personal. Aunque en algún lugar leí o escuché que todo es personal y todo es laboral, es decir, no soy un Iván de lunes a viernes y otro distinto los fines de semana.

En fin, estos dos sucesos que no son nada extraordinarios me hicieron mucho reflexionar. El primero de ellos fue una visita que tuvimos que realizar a una localidad para realizar una revisión a una empresa y la segunda fue una carrera de diez kilómetros.

En el primer caso, mi tarea desde el principio, era generar un diagnostico general, pero de aspectos muy específicos de la empresa visitada. Tenía todo preparado: lista de documentos a solicitar, formatos para vaciar información, una presentación (por si acaso). Con lo que no contaba era que la persona que me iba a atender resultó ser un «viejo» (lo pongo entre comillas porque no era ningún viejo, solo es para destacar su experiencia) que se las sabía de todas, todas. Situación que en el momento me hizo sentir como un fraude pues además de la teoría, él contaba con esa práctica que solo el tiempo te otorga.

El segundo caso se trata de una carrera de diez kilómetros para la cual me estuve preparando, aunque acepto que no fue de la mejor manera. Llegado el gran día, hice algunos estiramientos, caminé varios minutos y después me dispuse a correr al ritmo que había determinado era el adecuado para alcanzar los diez kilómetros sin que me fuera imposible respirar. Todo bien hasta que a finales del kilómetro cinco (me disculpo si lo que viene puede resultar desagradable a la imaginación del lector) sentí unas ganas inmensas de acudir al sanitario. Intenté concentrarme en otra cosa, sin embargo, no lo logré. Entre más corría más ganas tenía de detenerme. Sin ninguna alternativa a la mano, decidí que lo ideal era regresar a la casa, estando a unos dos kilómetros de distancia tuve que apretar el paso y correr más rápido. Mientras corría me sentía, otra vez, como un fraude. Llegué a mi casa, hice lo que tenía que hacer de la manera más rápida posible y continúe corriendo hasta alcanzar los diez kilómetros.

La realidad es que se trata de situaciones muy sencillas, a las cuales todos podemos estar expuestos. Sin embargo, dependiendo de nuestras mentes, nuestras historias y todo lo que nos moldea, los podemos tomar desde formas distintas.

En primer lugar, el hecho de no contar con «toda» la experiencia, con «todo el conocimiento», con «todo el panorama» me hizo sentir que mi trabajo era un desastre a pesar de los esfuerzos que pueda hacer. Pero después de darle vueltas en mi cabeza, entendí y comprendí que esas situaciones son las que te dicen «dedica tiempo a esto», «estudia más sobre aquello», «investiga sobre estos temas» y «aprovecha la experiencia de los demás».

Por otra parte, pensar en que no iba a correr los diez kilómetros de manera continua me hacía preguntarme si mi cuerpo generó algún tipo de «defensa» e inventar algún pretexto para dejar las cosas tal como estaban. Que hubiera sido mejor elegir la opción de los tres kilómetros porque es una distancia que ya conocía y a la que estoy acostumbrado. Pero al final del día lo hice y me muestra aquellos aspectos que debo tomar en cuenta para la próxima.

¿A dónde quiero llegar con esto? Que nos demos la oportunidad de ser vulnerables, de mostrar el interés por aquellas cuestiones que desconocemos pero que nos interesa entender, que nos permitamos equivocarnos, hacer pausas, sentir que estamos haciendo todo mal, pedir ayuda y aprender de ello.

Hacer todo lo anterior son cosas que, como afirma Carlos Sandoval Precht, «abren nuestra alma a los demás son asimismo una gran herramienta para la construcción de confianza» con la gente que nos rodea y, sobre todo, hacia nosotros mismos. Y complementa diciendo «esa vulnerabilidad elegida es bien recibida, agradecida y se reacciona ante ella con reciprocidad y respeto».

Así que mi opinión es que debemos darnos esa oportunidad, que es aplicable a muchos aspectos o, mejor dicho, a todos los aspectos de la vida: el trabajo, una carrera de diez kilómetros, una relación amorosa, una amistad, emitir una opinión, al momento de estudiar… ya más adelante tú decidirás si es conveniente o no para ti, pero como dicen por ahí «quien no arriesga un huevo, no saca un pollo».

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