Como la cigarra...


Hasta hace poco tiempo escuchaba a hablar a la gente de «vivir sin miedo». De gente cuyas palabras estaban basadas en «vivir el día como si fuera el último».

Entonces, llegó el 2020 y nos mostró que es una costumbre humana hablar mucho de lo que poco hace. Porque cuando vimos amenazada nuestra salud y por ende nuestra vida y la de nuestros familiares, decidimos cerrar puertas y ventanas. Tuvimos y tenemos miedo. Todo lo dicho anteriormente se había quedado en palabras.

Casi casi estábamos viviendo nuestro último día sin disfrutarlo como tal. El miedo nos detuvo.

Esperábamos que terminara el año para poder vivir lo que el 2020 no nos permitió (o lo que no nos permitimos nosotros durante el 2020). Como si al iniciar el año tuviéramos la capacidad de cambiar las cosas que se salen de nuestro control.

Si el pobre del 2021 fuera una persona, ya padecería estrés y ansiedad por todo el trabajo que le espera: que hagamos ejercicio, que nos compremos la casa, que comamos saludable, que cambiemos de trabajo, que se termine la pandemia, que superemos a nuestro a tu ex, que nos podamos ir de vacaciones quince días seguidos o cualquiera que sea nuestro propósito para este nuevo año. ¡La chinga que le espera al 2021!

En lo personal, me encanta el fin de un año y el inicio de otro. Creo que mentalizarnos para cerrar asuntos y empezar nuevos en nuestras vidas, nos permite re enfocar nuestras ganas hacia lo que de verdad nos hace felices o lo que creemos que nos hará felices, pero me gusta verlo desde un enfoque muy personal.

Hay una hermosa canción que me ayuda mucho a entender eso, es aquella que le da el título a este texto. Mi versión favorita es la interpretada por la argentina Mercedes Sosa y considero que explica perfecto lo que un fin de ciclo puede representar para un ser humano

Sentarte y pensar que en 365 días te sucedieron tantas cosas pero que a pesar de eso sigues aquí, «cantando al sol, como la cigarra, después de un año bajo la tierra».

Cantar, lo hagamos bien o mal, es algo que viene del interior de cada uno, esto, desde mi perspectiva es quitarle la responsabilidad a cualquier persona o a cualquier situación y hacerla propia. Tomar la iniciativa y empezar a trabajar por aquello que queremos, muchas veces solos y muchas otras acompañados.

El 2020 fue un año muy difícil para cada uno de nosotros, a cada uno nos pegó distinto y muchos rogaban para que terminara. Pero hay que recordar, que, así como se agradece lo bueno que haya sucedido, sería bueno reflexionar y agradecer por aquello que no sucedió: esa enfermedad que no tuvimos o que no nos afectó como tanto temíamos, el no perder nuestro empleo o no vernos obligados a cerrar nuestro negocio, el no ser nosotros quienes lloramos la pérdida de un ser querido o no ser quien sufrió un accidente. Lo que no sucede también se puede agradecer.

Si, el 2021 será un año chingón, pero solo si de verdad cumplimos esa meta que dejamos pendiente, si soltamos a esa persona que sabemos no es lo que queremos, si dejamos de lado ciertas opiniones, si tomamos en cuenta otras opiniones, si hacemos esa llamada o ese viaje, si ahorramos para ese sueño... solo si nosotros lo hacemos. Si no ponemos como pretexto que el año ha estado bien culero, o si la gente es tóxica, o que las oportunidades no existen o no somos lo suficiente buenos.

Así es que, con miedo, heridas, cansancio, enojo, tristeza debemos empezar a cantar, desde lo más profundo de nosotros, «igual que sobreviviente que vuelve de la guerra» a ese nuevo sol que brilla siempre con la misma intensidad.

O nos podemos esperar al 2022, pero que flojera.

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