Personajes secundarios


El día de ayer tuve que realizar algunos pendientes. Mientras conducía frente a un hospital muy cercano a mi casa, logré ver que una mujer entre cuarenta y cinco y cincuenta años, cruzaba la calle para encontrarse con otras dos personas, un hombre y una mujer, ambos muy jóvenes.

Los dos jóvenes se detuvieron y colocaron frente a la mujer que era mayor que ellos, entonces, el chico se acercó más a la señora y la abrazó, en un abrazo de aquellos que lucen profundos y, desde mi percepción, tristes. El joven cerró los ojos mientras la abrazaba.

Un sentimiento raro me invadió, mi reacción primaria fue retornar en la primera oportunidad y cuando estuve de nuevo cerca de ellos, la señora, también con los ojos cerrados, continuaba abrazando al delgado joven.

¿Qué habrá sucedido? ¿No te preguntas eso cuando la vida te coloca frente a situaciones de ese tipo? Es decir, cuando te toca ser el espectador, cuando dejas de ser protagonista y te conviertes en el actor secundario, cuando el momento presente gira en torno a la vida de otros personajes.

¿Por qué se abrazaron durante tanto tiempo? ¿Por qué cerraban los ojos? ¿Recibirían la noticia de la muerte de algún familiar? ¿O quizá se trataba de una emergencia menor pero cuyo susto los hizo imaginarse lo peor?

Tal vez eran familiares que desde hace tiempo no se veían y la emotividad ganó en ese momento. Quizá se trataba de algo más agradable: un parto con un final feliz o algún resultado positivo después de un escenario que no lo era tanto.

Quizá sufrían por algún mal realizado por ellos mismos, quizá eran los villanos de la historia, o puede ser todo lo contrario. En su realidad, podríamos ser nosotros, los observadores, lo malos de esa narrativa por meternos en algo que podría no importarnos. La realidad es que nunca lo sabremos, a menos que decidamos romper las barreras de la vergüenza y la imprudencia para tomarnos el atrevimiento de preguntar lo qué sucede, aunque lo considero poco conveniente.

Sin embargo, existen otras situaciones en las que si podemos preguntar y probablemente encontremos alguna respuesta. Por ejemplo, cuando notemos a nuestra hermana más distraída de lo normal, cuando nuestro compañero de trabajo comience a platicar sobre algún problema familiar e incluso cuando nos veamos a nosotros mismos frente al espejo y nuestro rostro exprese algo que no habíamos notado antes.

Elsbeth Tascioni, un personaje ficticio entrañable, lo dijo de una manera que me pareció hermosa «Es lo que nos mantiene humildes, no saber». Y ese «no saber» creo que se refiere a que no sentimos en carne propia lo que el otro ser humano está sintiendo o viviendo en ese momento. Pero también es cierto que, escuchar al otro, preguntarle y ponerle un nombre a lo que siente (sea tristeza, rabia, duelo, alegría, miedo o lo que sea) nos ayuda a ser un poco más sensibles sobre lo que sucede a nuestro alrededor.

Y aunque está muy de moda que cada uno de nosotros seamos protagonistas de nuestra propia historia y el objetivo sea cumplir nuestros sueños y nuestras metas, siempre estará bien tomarse un tiempo, por mínimo que sea, para ser más observadores y convertirnos en personajes secundarios o, como diría Elsbeth, en personajes de soporte para la historia de alguien más.

Comentarios

  1. Muy bonito texto, Iván. Gracias por compartir y permitirnos ser los personajes secundarios de tu sabiduría y creatividad plasmada en tus escritos. Saludos desde MTY.

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    1. Muchas gracias a ti por darte el tiempo para leer. Un abrazo fuerte.

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