¿Feminista, yo?
Para empezar, no estoy muy seguro de que se pueda aplicar el término “feminista” a un hombre, quizá nos pueden llamar “aliados de lo femenino”, tal vez sea más indicado decir que formamos parte de las “nuevas masculinidades”… a pesar de las clasificaciones o categorizaciones que se puedan generar, estoy aquí para hablar desde otra perspectiva.
Siempre escribo en plural, utilizo palabras como “nosotros, somos, hacemos, queremos”, en esta ocasión escribo de la manera más individual posible, no porque me quiera distinguir del resto sino porque en cuestión de opiniones cada uno de nosotros habla según como le va en la feria.
Acaba de pasar el 8 de marzo, fecha en que se conmemora el Día Internacional de la Mujer y es necesario poner el tema sobre la mesa. No me gustaría afirmar que soy un hombre feminista o aliado de lo femenino, sino de las razones que me parecen importantes para poder entender, comprender, respetar y abonar a una causa y a un movimiento que nos conviene a todas y todos.
Quiero abordar el punto desde dos caras de una misma moneda, ambos reales. El primero optimista e inspirador y el segundo como un llamado de acción urgente y necesario.
Siempre he estado rodeado de mujeres grandiosas, cuyas historias deberían repetirse más a menudo. Una de ellas dirigía un grupo empresarial con presencia en todo el estado de Chihuahua, se desenvolvía de manera magnífica en un ambiente donde la presencia de hombres al mando es la mayoría. Conocí a una mujer que durante años se ha responsabilizado de uno de los espacios culturales más importantes en Ciudad Juárez. Y no puedo dejar de mencionar a una escritora que acaba de publicar su libro de manera totalmente independiente o a la nutrióloga que viajó hasta el otro lado del mundo para concluir un proyecto y así obtener su título de Maestría en Ciencias.
Aquí lo inspirador no es solo que sean mujeres, es precisamente el liderazgo que han ejercido, los equipos que han formado y el apoyo de los mismos, las relaciones que han mantenido y sus estrategias, todo como un conjunto de cosas que las han hecho destacar en los distintos ámbitos en los que todas se han desempeñado.
Con esto, me doy cuenta que abrir esas posiciones de liderazgo y responsabilidad a mujeres, es una cuestión de negocio. Las mujeres han dado resultados y son muestra de que saben manejar las cosas desde una perspectiva fresca y diversa.
Frente a las historias de inspiración de mujeres que se han encargado de aprovechar las oportunidades, sus talentos, su preparación y sus virtudes, veo otra realidad que habla precisamente de lo contrario, de la carencia, de la segregación, de inequidad y violencia.
Todos los días alguien comparte la historia de una jovencita desaparecida, leo las historias de mujeres que sufren de violencia en el mismo hogar donde los agresores no solo son sus parejas sentimentales, también sus hermanos, padres o hijos.
De pronto, al escarbar un poco más, llego a las estadísticas de abortos clandestinos mal practicados y cuyo resultado final es trágico. Es ahí donde me doy cuenta de que a pesar de las historias de superación y de éxito de mujeres que se desempeñan en los espacios que les interesan, se encuentran cientos y miles sin ninguna otra alternativa frente a ellas.
Esto es importante y viene de un argumento muy básico: todos tenemos a una o varias mujeres que nos importan. Y por ende, nada asegura que esa amiga, esa hermana, esa tía o prima, esa madre de familia o abuela no desaparezca, no sea violada, mutilada o golpeada por el simple hecho de ser mujer.
Hay personas que afirman que la equidad y la igualdad entre hombres y mujeres nunca será posible porque es algo “biológico” y que venimos a este mundo a cumplir el papel que la naturaleza nos ha dado.
Gracias a la vida crecí viendo a una mujer (aprovecho para decir que es mi vida y la admiro por y para siempre) que siendo un niño me enseñó que si ensucio debo limpiar, que si un miembro de la familia hace una tarea en el hogar, el otro debe aportar también. En mi casa nunca escuché la frase “sírvele a tu hermano”, por eso en la vida diaria me cuesta tanto verlo. Ser madre nunca le impidió ser divertida o trabajar. Que las vecinas la criticaran por ponerse guapa jamás la detuvo. El sentido de la responsabilidad me lo dejó bien grabado: “a donde llegues tienes que ser responsable de lo que haces, si no te gustan las reglas entonces crea tu propio espacio”.
Esa experiencia me hace creer que el tema de los roles que desempeñamos en la vida vienen por naturaleza definidos solo en un mínimo porcentaje y que la otra gran parte se definen por la educación que recibimos.
Eso me hace creer y soñar en un mundo donde ser mujer y ser hombre no va a representar ninguna diferencia, donde cada uno hará lo que le corresponde pero de manera voluntaria y no por imposición de la cultura o de la familia en la que nació. Quiero ver a más directoras de museos y mujeres empresarias, escritoras y científicas pero también a más madres, esposas, hijas, abuelas y a todas las mujeres realizadas por haber tomado la mejor decisión por y para ellas mismas. En fin, un mundo donde tod@s seamos lo que queramos ser.
Para finalizar me gustaría dejarte una pregunta...
Supongamos que por años has vivido con miedo, que tus derechos no han sido respetados, que corres riesgo por el simple hecho de ser quien eres, te enteras que tu compañero gana más que tú cuando realizan el mismo trabajo, que alguien puede matarte y aventarte en cualquier terreno sin que haya consecuencias...
¿Cómo defenderías y exigirías el respeto de tus derechos?
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