Mar adentro

Si eres un ser humano, seguro en algún momento de la vida has arreglado el mundo desde la mesa de un bar, de un restaurante o en tu propia casa. Yo sí.

La escena es algo así: estás muy tranquilo platicando con un par de amigos y se toca algún tema que por alguna razón es de mucho interés para todos en la mesa. Sobre ese mismo tema se hacen análisis profundos, se buscan sus causas, se explican sus consecuencias, se habla de proyecciones a futuro y hasta llegamos a describir lo que nosotros creemos que pasa por la cabeza o el corazón de las personas involucradas.

Es decir, desde la mesa nosotros sabemos perfectamente bien lo que tiene que hacer el presidente de la república, la cajera del oxxo, la directora de una gran empresa, el ingeniero que dirige la construcción de un puente, la vecina, el compañero de trabajo o la persona que tienes enfrente en este momento para que le vaya mejor al país, para que la fila avance rápido, para que la empresa venda más, para que la calle esté limpia o lo que sea que se tenga que hacer. 

Esto no es malo, considero que el diálogo, el debate y el rebote de ideas es necesario para entender muchas cosas y verlas desde ópticas diversas. Sin embargo, pocas veces nos tomamos el tiempo para situarnos en la posición real que a nosotros nos corresponde y las acciones que le acompañan. 

Y esto vino a mi mente después de leer el término “The Ocean Theory” de Soraia Kutby. Ella explica que el ser humano ha llegado muy lejos en la exploración del universo y al mismo tiempo desconoce tanto del océano que ocupa la mayor parte de la superficie del planeta. 

Así, nosotros como humanos analizamos el comportamiento y la conducta de quienes nos rodean, tenemos las respuestas sobre cómo deben actuar otras personas en ciertas situaciones o posiciones, etc. Pero ¿conocemos bien lo que hay dentro de nosotros? He ahí lo importante.

Son muy pocas las personas que hacen ese viaje de introspección para conocerse más a fondo, para llegar a entender y comprender aquello que nos mueve, que nos motiva, para analizar los propios patrones de conducta, las historias que nos contamos a nosotros mismos, nuestros prejuicios, nuestras adicciones, todo lo que llevamos en nuestro interior incluyendo aquello que puede resultar no tan bonito o agradable. 

Si lográramos sentarnos a la mesa y estudiarnos a nosotros mismos ¿qué nos diríamos? ¿qué nos recomendaríamos? ¿cómo nos juzgaríamos? ¿de la misma manera como lo hacemos con los demás? 

Y la parte interesante ¿qué tan rápido haríamos los ajustes que sugerimos? ¿qué tan buenos serían nuestros resultados? ¿sería tan fácil aplicarlo a nuestra vida así como es de fácil decirlo con palabras? 

No lo sé, porque es un hábito que no tenemos formado, estamos muy ocupados viendo hacia afuera, corriendo cada vez más lejos, midiéndonos en dinero, responsabilidades, éxitos, comparándonos con los demás y tratando de alcanzar siempre la zanahoria que nunca alcanzamos. 

Sería interesante vernos haciendo lo mismo hacia nuestro interior, caminar por nuestras partes más oscuras, recorrernos internamente y encontrar los porqué, los cómo, los sí y los no que nunca encontraremos fuera. 

Al final no se trata de dejar de hacer una cosa para realizar otra. Se trata, más bien, de continuar explorando el universo sin privarnos de las sorpresas que el mar adentro puede tener reservadas.


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