El tiempo y el te quiero
Yo solía pensar que existen palabras que no pueden pronunciarse sin que pase cierto tiempo. Específicamente creía que no le podía decir “te quiero” a una persona con la que se convive poco o a alguien se conoce de hace solo unos meses atrás. Sin embargo, la vida te pone frente a las sorpresas que realmente te hacen aprender.
Cuando uno es muy pequeño o pequeña se imagina al ser ideal… de la mejor amiga o amigo, del amor de la vida y con el paso del tiempo uno va aprendiendo que eso es posible pero que también es posible que sea ese mejor amigo sea el de alguna etapa como la infancia o la adolescencia o que ese amor de la vida lo sea solo durante ese momento de la vida.
Y nos convertimos en personas que guardan las palabras para cuando llegue la fecha correcta, el día indicado.
Pero como dije en el primer párrafo, la vida da sorpresas sutiles y pone a personas en nuestro camino que nos ayudan a pronunciar más rápido esas palabras que a veces nos cuesta decir y lo más importante: a realizar esas acciones que muestran el significado real de esas palabras.
Y si mantenemos nuestros ojos, nuestra mente y nuestro corazón abiertos nos daremos cuenta que somos capaces de querer mucho, de querer rápido y de querer bien a la gente que llega a nuestra vida.
Si dejamos que esa persona entre, nos conozca, le ayudemos a conocernos contándole nuestros miedos, nuestras frustraciones, nuestros sueños, que nos permitamos llorar frente a ellas o ellos, quedarnos en silencio, emborracharnos juntos, hacer cita para un corte de cabello juntos, escucharnos, darnos consejos que no seguiremos pero que si apreciamos, cruzar los brazos cuando caminamos juntos y hacer tonterías la madrugada del lunes, el resultado puede ser maravilloso.
Esa persona a la que quieres y en quien confías te empuja a hacer cosas que antes no hubieras hecho, te empuja a cambiar el horario del vuelo, a manejar horas por la carretera, a respirar profundo, refrescarte la mente, a ver cosas de una forma distinta, a no tener miedo o a hacer cosas aun con el miedo encima y sin juzgarte.
Cuando esto se va dando, la realidad es que el tiempo pasa a segundo término. No importa si son dos días, tres meses, siete años o toda una vida. Las palabras fluyen, son fáciles de pronunciar y las damos como un regalo para nosotros mismos, porque no esperamos obtener una respuesta, las decimos porque muestran lo que sentimos en el momento justo.
Así, para mí, el mito del tiempo y el te quiero se terminó. Porque el te quiero no depende del tiempo ni el tiempo nos asegura llegar a querer a alguien y aunque en un principio puede asustar un poco o mucho, sabes que valió la pena cuando estás junto a esa persona y sientes que, pase lo que pase, el tiempo que han estado juntos ha sido suficiente.
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