No te aferres a la historia
Te gusta que tu cuerpo se estremezca con esas sensaciones que vienen a ti cuando regresas a una fotografía, cuando escuchas la canción, cuando caminas por los mismos lugares por los que antes has caminado.
Sentir por el simple hecho de recordar.
Se te enchina la piel, tu cuello se estremece, tus pies vuelven a flotar, tus manos sudan, tu mente vuela, el corazón late de manera más intensa, el hambre se va, los suspiros regresan.
Recordar es sentir el abrazo, la ropa mojada, las gotas de lluvia, el apretón de manos. Volver al frío, al calor o al viento de aquel momento. Es viajar en el tiempo.
Se trata de escuchar otra vez el tono de la llamada, la respuesta a los mensajes, el arrullo de la voz.
Es el silencio, hermoso silencio.
Es bonito recordar, pero ese ya no es el presente. No se trata de olvidar, se trata de avanzar.
La fotografía es solo la captura de lo que fue, la canción ya fue escuchada, el camino no es el mismo, el río no corre al revés. La mente es poderosa pero no nos devuelve el tiempo.
El pasado no es el presente y nadie de nosotros sigue siendo el mismo, aunque seamos los mismos.
Las palabras ya fueron dichas, los pies ya están en el suelo, el suspiro desapareció.
El abrazo se acabó, la ropa se secó, las nubes se fueron, las manos ahora apuntan al cielo. No lo has entendido.
Crees que todo permanece porque lo sientes, pero lo sientes porque te aferras, sujetas la historia, pero la historia ya no es la misma.
Fotografía: El Almuerzo de los Remeros de Pierre Auguste Renoir
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