¡No lo hagas!
Desde que somos pequeños nos enseñan de todo, dentro de ese gran todo se encuentran cosas que nos sugieren hacer y otras que no. Hoy me quiero enfocar en las que no. En todas aquellas ocasiones en que voces externas, e incluso nuestra voz interior, nos dicen: ¡No lo hagas!
No llores, no brinques mucho, no te ensucies los zapatos. No veas tanta televisión, no juegues tan brusco, no grites tanto, no corras, no rayes las paredes, no te despeines, no arrugues tu ropa.
Muchas veces son nuestros padres quienes nos repiten la palabra no, otras veces son las profesoras o maestros u otros adultos a nuestro alrededor.
Ya un poco más grandes, nos siguen diciendo que no hagamos cosas: no te duermas tarde o no duermas tanto, no andes tanto en la calle o no te quedes todo el día encerrado, no te juntes con aquella o con aquel, no estudies aquello, no trabajes en esto.
El problema es que, muchas veces, en la edad adulta nos damos cuenta que nos hemos apropiado de esos no que, nuestros padres o la sociedad, nos han repetido constantemente. Y nos vemos a nosotros mismos diciéndonos no para múltiples situaciones o momentos de nuestra vida.
No puedes con esto, no sabes lo que quieres, no puedes dejarlo, no le escribas primero, no respondas rápido, no te enamores, no cedas, no tomes la iniciativa, no des un extra, no pidas perdón, no te equivoques, no bailes en público, no bebas, no fumes, no seas aburrida, no llores, no te disculpes, no aceptes tus errores, no le invites ese café o esa cerveza, no escribas pendejadas, no te dejes llevar, no te rías tan fuerte, no lo des todo, no te entregues, no descanses, no seas intenso, no creas todo, no confíes…
Y aunque esos no pueden ser un reflejo natural para evitar cierto dolor o sufrimiento, la realidad es que nadie escarmienta en cabeza ajena, solo podemos aprender a través de la experiencia propia y para tener experiencia debemos hacer un montón de cosas. Casi, casi se trata de cambiar esos no por un sí.
Claro que no es fácil, a veces decirnos no a nosotros mismos es mucho más sencillo que decirle no a los demás y eso al final nos evita conocer las partes de nosotros mismos que pueden darnos el placer, la satisfacción, el crecimiento, el logro o un tipo de felicidad que antes no conocíamos.
Me pregunto porqué hablamos mucho de vivir la vida y al mismo tiempo nos detenemos ante miles de aventuras. Como si ganara más aquel que resiste más, quien menos da, quien calla, quien no se inmuta.
A un ladito de la frase ¡No lo hagas!, yo añadiría un “No vivas” porque al final del día dejar de hacer las cosas que queremos, que nos asustan, que anhelamos o simplemente queremos probar, es dejar de vivir y eso es mucho peor que morir.
Hola Iván. Muy buena reflexión... nos enseñaron el "No" y con el tiempo tenemos que aprender por nuestra cuenta el "Sí". Como siempre un gusto leerte.
ResponderBorrarChris! Muchas gracias por leer. La verdad es que es más fácil escribirlo que hacerlo pero empezar es lo importante. Te mando un abrazo.
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