Tranquila, flaca
No han sido días fáciles, ¿verdad? Has saturado tu mente con ideas y pensamientos que ya casi no te dejan dormir, que aceleran tu respiración y que impiden que hagas bien casi cualquier cosa que intentas.
Te has sentido sola, no porque no haya gente a tu alrededor sino porque no has sabido conectar con ellas y ellos. Las charlas no toman sentido, las reuniones se hacen largas y la convivencia pesada, no lo soportas. Es curioso porque estando en casa anhelas salir y estando fuera extrañas tu cama. A todos nos sucede, lo interesante aquí es que antes no te había pasado.
Ya verás que conforme pasen las noches irás conciliando el sueño más fácil, dormirás más tranquila y más segura de que esto solo es un momento de los muchos que habrá en tu vida. En realidad, cada uno de estos te irá preparando para lo que viene.
Hoy quiero pedirte que sueltes todo. Sé que no es fácil y decirlo desde donde estoy es mucho más sencillo que hacerlo pero te lo pido de corazón, como alguien que te quiso, que te quiere. Que sueltes aquello a lo que te has aferrado durante estos días, que dejes de pensar en que todo sale mal. Olvida también lo que quieres para el futuro y mírate hoy en el espejo.
Observa tu cabello, tus ojos, tu nariz y tus labios. Tus hombros, tus pechos, tu cintura y tus piernas. Siente el suelo frío debajo de tus pies. Estás ahí. No serías la misma sin las experiencias que has vivido hasta hoy y la realidad es que te encanta quien eres y te encanta la vida. Me lo dijiste aquella vez, con un poco de vergüenza porque no querías sonar arrogante ni presumida pero te encantas y lo que veo de ti también me encanta, tal como sucedía antes.
Disfrutas tanto cantar con gritos mientras conduces, reírte fuerte cuando te nace y no hacerlo cuando el chiste no da risa. Andar despeinada por la vida y descalza en tu casa. Llorar siempre con el mismo capítulo de la serie que te gusta. Responder los mensajes al instante pero despegarte del teléfono por días. Fumar mota en secreto los sábados en la noche e ir los domingos a la iglesia porque amas el silencio y respiras tranquilidad.
Eso eres tú, un montón de cosas sencillas que, unidas, te hacen extraordinaria, única.
Sé paciente, vas a salir de esta. Así como me ayudaste a mí en el final. ¿Recuerdas? Hablando más de noventa días sobre el mismo tema, pasándome una caja de pañuelos cada vez que lloraba, dándome una cachetada cada vez que yo hablaba sobre abandonarlo todo. Eso mismo que hiciste conmigo, te pido que lo hagas contigo.
Que te abraces como a nadie, que tus ojos reflejen esa mirada de confianza, de cariño, de amor que hacen que cualquiera pueda quererte, te digas esas palabras cordiales, educadas pero firmes y decididas.
Créeme, si yo pudiera estar contigo ahora me esforzaría por regresarte cada uno de los detalles que tuviste conmigo mientras estuvimos juntas. ¿Sabes? yo nunca tuve tu fuerza, afortunadamente tú si la puedes usar ahora.
Sé que me extrañas porque ya no me ves, pero estoy más cerca que nunca, flaca. Espero que puedas sentirme, aquí al ladito tuyo . Te quiero.
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