Seis disparos


La oscuridad ya inundaba el cielo. La luz de las lámparas a medio funcionar chocaba contra el pavimento. Mucha gente ya había cerrado sus puertas con llave porque se acercaba la hora de dormir, los perros ladraban cuando escuchaban a los gatos saltar de patio en patio y a lo lejos el ruido de algunos carros y camiones amenizaban el ambiente.

La colonia se habían convertido en otra cosa. La constructora hizo todas las casas del mismo tamaño, un diseño frontal idéntico, ventanas iguales, cada una con los mismos metros cuadrados de superficie. Conforme pasaron los años todas las casas lucían diferentes. Unas conservaban la pintura desde el inicio de los tiempos, otras ya no tenían patio porque el dueño aprovechó para construir una recámara más, las fachadas pasaban de colores pastel a otros tan intensos como el rojo y el naranja. Habías dos o tres abandonadas, otra quemada pero habitada, una donde se hacían costuras y otra donde vendían menudo. 

Joel estaba lavando el Honda morado. “Pinche carro, lo limpias más que tu cuarto”, le decía su madre todos los miércoles que Joel se ponía a lavarlo. Le gustaba hacerlo durante la noche porque el agua salía de la llave con más presión. Le estaba dando los últimos toques con un trapo seco. En la banqueta ya solo quedaban los charquitos del agua que había usado para enjuagarlo. “¡No mames!”, dijo cuando vio que en la defensa se alcanzaba a notar un rayón…

Bang. Bang. Bang. Bang. Bang. Bang. 

Hola, mi amor… Ya sé, pero ya mañana nos vemos. Tuve mucho trabajo. Estoy regando las plantitas. Sí. Sí. Le dije a Toño que nosotros pasamos por él y por Sonia. ¡Qué emoción! ¿No?. Así de parejitas, ja ja ja ja. Ya alisté todo. Ya hasta planché la ropa. Nomás no vayas a tomar mucho… luego tengo yo que andar ahí pasando vergüenza, Fidel. Aparte el viernes trabajas… Bueno, ya te dije… a ver… Espérame…

Bang. Bang. Bang. Bang. Bang. Bang.

Hortensia estaba preparando la comida para el siguiente día. Estaba apurada pues la hora de salir a esperar el camión se acercaba y los mocosos no le hacían caso. “Esta cazuela trae pollo, Martín. En la mañana no se te vaya a olvidar”, le dijo a su hijo mayor. Ella se había bañado apenas minutos atrás pero la prisa, el movimiento y el fuego en la cocina le hacían sentirse acalorada y limpiarse el sudor de la frente cada cierto tiempo. Iba a pronunciar algo cuando de pronto… 

Bang. Bang. Bang. Bang. Bang. Bang. 

Gilberto estaba debajo de Jimena. Se movía tan bien. Se estaba aguantando pero ella lo hacía cada vez más rápido. “Que rico”, le decía él. Ella le respondía con movimientos cada vez más acelerados que acompañaba con gemidos pronto convertidos en un grito que tal vez fue escuchado por Ramón, el vecino. Ninguno veía la cara del otro, solo se sentían. Cuerpos húmedos, calientes, a punto de fusionarse, uno rodeándole los senos con las manos y la otra sintiéndolo bien dentro…

Bang. Bang. Bang. Bang. Bang. Bang. 

En otras noticias, la noche de ayer miércoles se presentó un hecho violento un tanto extraño en el fraccionamiento Villas de San Clemente. Vecinos de la calle Santa Alejandra reportaron a la policía municipal haber escuchado al menos seis disparos alrededor de las diez y media de la noche.  Por esta agresión varias propiedades presentan daños menores por impactos de bala. Se desconoce si se trató de una o varias personas quienes realizaron los disparos. Hasta el momento no hay detenidos y la autoridad tampoco ha emitido comentarios sobre el posible móvil que ocasionó este hecho. Lamentablemente, el ataque provocó la muerte de dos vecinos del sector. Se trata de una mujer de alrededor de 45 años y un hombre de entre 20 y 25, en uno de los casos las balas atravesaron la ventana de la vivienda de la víctima. 

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