Adiós

Ya no quiero saber de ti. Ya no quiero y ya no puedo. 

Me tengo que alejar de ti, de tus palabras y de tus fotografías de la manera más inmadura, romántica y dramática que me sea posible. 

No te dejo de pensar desde el primer día que cruzamos palabra. 

Soy un poco exagerado, hay días que no me acuerdo de ti, pero cuando no tengo grandes cosas que hacer, cuando mi mente divaga es cuando más presente te tengo. 

Hoy en día el contacto es nulo pero el recuerdo permanece. 

Traté, en vano, de verte o acercarme a ti como amigo. 

Creo que solo alguien muy enfermo puede volverse amigo de la persona a quien desea. Y yo no quise enfermarme, al menos no de eso. 

¿Qué tienes? ¿Qué me diste? No lo sé, no pude descubrirlo. Algo debe ser y debe ser bueno. 

Espero, si algún día te vuelvo a ver, saludarte con toda naturalidad. 

Aunque creo que si no nos habíamos cruzado en los veintidós años de vida que tenemos, probablemente no nos crucemos en los próximos veinte que están por venir. 

Desde el año pasado inicié un montón de cartas para ti y creí que sería bueno entregártelas, pero siendo sincero, caí en la cuenta de que no son reales. La fuente principal de esas palabras fue, o es, la ilusión y la esperanza. Se quedarán para siempre en mis cuadernos. 

Me preocupa estar haciendo esto pero a la vez me reconforta que sea la primera vez que lo hago y soy sincero. Nunca en mi corta vida un nombre se había quedado guardado tanto tiempo, aún sin existir razones palpables para que así fuera. 

Confío en que el tiempo, la distancia pero, sobre todo, la voluntad puedan desdibujar ese nombre y las canciones que se fueron grabando en mi memoria. 

Confío también en que te irá bien en todo. 

Siempre. 

No hay razones para desear lo contrario. 

Adiós.