El común caso de unos seres incompletos


Me he preguntado porqué anhelo estar a tu lado por las tardes, verte los sábados en la noche o los domingos por la mañana. Me pregunto porqué te extraño, me pregunto porqué te escribo tantas cartas.

“Nadie da lo que no tiene”, dicen por ahí. Lo entendemos como si no pudiéramos compartir algo de nosotros hasta que estemos completos, pero ¿quién lo está? ¿quién lo ha estado? 

Recuerdo cuando me viste llegar, estabas rodeado de una multitud, cruzamos las miradas, yo haciendo una señal de haber llegado y tú, con esa sonrisa, me diste la bienvenida. 

Adoro la imagen que mi cerebro capturó de ese momento. 

Tú hablas y hablas, yo escucho y escucho. Me encanta escucharte y hablarte como si yo tuviera toda la razón del mundo en mi boca. Ambos sabemos que no es así pero se siente rico y se siente bien. 

Quiero cuidarte y que estés segura. Gozar tu ligereza para algunos temas, abrazar tu complejidad en otros asuntos. 

Cuando ha sido a la inversa me gusta también, de pronto no tengo palabras para pronunciar, no tengo pruebas ni he leído libros para entender lo que dije ni para saber qué debo hacer, y ahí estás tú. 

Saber que me estudias y aunque no me conoces, me conoces. 

Somos iguales, dice él. Pero no es cierto, somos diferentes, no a los demás, el uno del otro.

Diferentes porque, cuando vemos las estrellas en el cielo, yo fumo y recargo mi cabeza en tu abdomen mientras tú lees poesía. Diferentes porque te da miedo lo que a mí no tanto y eres capaz de lo que yo no me he atrevido. 

Juntos somos libres, lejos lo somos también. Es mi deseo, es mi realidad. Saberte libre pero a mi lado, saberme a tu lado pero libre. 

Hacer lo que no hicimos con nadie antes, reírnos hasta morir y dormir hasta que la recámara se inundara de luz, robar, mentir, llorar, morder, besar, gritar, flotar, cantar, pelear, quemar, arder.

Hay cosas que sabemos son efímeras, muchas más que permanecerán y otras que desconocemos. Aunque así sea, te deseo. Te tengo y te conservo. No me iré. 

Lo sé, no tiene sentido. Nada lo tiene. No lo tiene la sociedad, no lo tiene el trabajo, ni la escuela, ni el matrimonio. Solo la vida se apropia de ese sentido al no tenerlo. 

Por esto te quiero, por eso te anhelo, porque somos algo sin ser nada. Porque ninguno de los dos está completo y aún así nos compartimos, nos damos lo que podemos y lo que tenemos. 

Aprecio tus piezas, los trozos y retazos de esa piel blanca que espera por mí en ocasiones y a quien espero otras tantas. Y me gusta ver cómo esas piezas de ambos, crean formas y figuras nuevas, diferentes, únicas.


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