No eres especial
Hoy quiero platicarte de dos conceptos que probablemente ya conozcas. El primero lo desconocía y el segundo, aunque es una palabra común, su aplicación es lo que lo convierte en algo bonito.
Estos conceptos son: humanidad compartida y autocompasión.
Todas y todos vamos a pasar por momentos cómodos que nos hagan sentir amor, ternura, admiración, afecto, alegría, diversión, gozo, satisfacción, sorpresa, curiosidad, asombro, bondad, etc.
Así mismo, todos enfrentaremos situaciones incómodas que nos harán sentir tristeza, culpa, duelo, asco, enojo, celos, miedo, angustia, pánico, ansiedad, antipatía, disgusto, nostalgia, aversión y mucho más.
Son estos últimos los que nos ajetrean la vida, los que nos sacuden y los que, en ocasiones, no nos permiten vislumbrar un futuro optimista. Muchas veces nos hacen cuestionarnos “¿por qué a mí? ¿por qué yo?”, nos sentimos como los únicos seres en este mundo que sienten o viven lo que estamos viviendo.
Es aquí donde entra la humanidad compartida, un término hermoso que nos invita a tener en cuenta que independientemente de dónde, cómo o cuándo nacimos, todos los seres humanos somos parte de lo mismo. Todos somos uno.
Yo me pregunté “¿en serio?”. Pues sí. Y esto se debe a que todas y todos pasamos por situaciones que generarán en nosotros emociones y sentimientos y es aquí donde esa humanidad se convierte en algo en común.
Porque ¿qué crees? millones de humanos antes que nosotros han pasado por esto, millones lo están viviendo ahora y millones van a pasar por esto mañana. Y aunque no sabemos lo que nos espera en el futuro, de una cosa podemos estar seguros: pase lo que pase, vamos a estar bien. Si millones lo han logrado ¿porqué nosotros no podríamos?
Yo sé que esto no es la solución a las situaciones que disparan nuestras emociones y sentimientos pero es aquí donde me gustaría hablarte del segundo concepto: autocompasión.
Hagamos un ejercicio de imaginación. Alguien a quien quieres mucho se acerca a ti y se desahoga, te cuenta lo que le aqueja, lo que le duele o preocupa. ¿Tú qué haces?
Aunque es difícil ver el dolor en la gente a quien amamos, solemos abrazarlos, tomarles de la mano, escuchar conscientemente, brindar algunas palabras de aliento, acompañarles. Es decir, mostramos compasión a nuestro ser querido.
Pero ¿qué sucede cuando esa persona somos nosotros mismos? ¿Somos igual de comprensivos? ¿Igual de amorosos y pacientes? ¿O somos de aquellos que se juzgan, se enojan consigo mismos porque no nos gusta sentirnos incómodos, inseguros ni vulnerables?
Esto es autocompasión: hacer con nosotros mismos lo que hacemos por nuestra gente cercana. Hablarnos bonito, tomarnos la mano y darnos permiso de equivocarnos, de cambiar de opinión, de no cumplir con las expectativas que tenemos de nosotros mismos y menos las expectativas que vienen de fuera. Es dejarnos hacer cosas diferentes, juntarnos con personas con otros pensamientos. Hacer las paces con nuestra imperfección, con la falta, la ausencia, la incompletud y la insatisfacción.
No es fácil, estamos acostumbrados a ser exigentes con nosotros mismos, a tratarnos de una forma menos amable, incluso podemos llegar a maltratarnos. Ser autocompasivos implica una serie de cambios, empezando por nuestro diálogo interno, es decir, la manera en que nos comunicamos con nosotros mismos.
Ya para despedirme, al título de este texto no le hagas caso, quiero recordarte que sí eres especial, somos especiales, pero no por los problemas que atravesamos. La vida no tiene un plan en contra nuestra. Somos especiales por el simple hecho de estar aquí, somos perfectos para habitar este mundo tal cual es.
Tú dime ¿o lo aceptamos o nos negamos a disfrutar?
Me encantó, me gustó mucho el final, muchas felicidades sigue así
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