Reflorecer


En mi pequeño escritorio tengo una botella de vino que funciona como florero. Cada semana alberga a una flor diferente, a veces una rosa roja, una rosa blanca, algún tulipán, un girasol. 

Hoy, al llegar a la oficina, sentarme frente al escritorio y voltear hacia la derecha me di cuenta de que la última flor que coloqué ahí ya estaba seca y al fondo de la botella solo había un poco del agua que hace unos días le había puesto. 

Me quedé un rato viendo los restos de la flor, al fondo, a través de la ventana, se alcanzaban a ver las nubes grises.

En esa flor vi reflejado el descuido, el abandono, el despojo y la sequedad. Cerré los ojos y suspiré. Aquella flor lo había dado todo. Tristemente no la volvería a ver florecer, no podía devolverle la vida, se la quitaron desde el día en que la arrancaron del arbusto en el que estaba.

Y empecé a preguntarme cuántas veces en la vida nos hemos abandonado como abandoné yo a aquella flor, dejándola a la suerte de algo más, de algo fuera de nosotros mismos. 

Cuántas veces dejamos de alimentarnos con lo que nuestro cuerpo necesitaba, cuántas veces olvidamos el alma que llevamos dentro o dejamos de cumplir los deseos del corazón. 

Me pregunté por qué dejamos que nuestros ojos se sequen y no les permitimos llorar o por qué no le damos permiso a nuestro cuerpo de descansar o, al contrario, lo dejamos fijo cuando lo que quiere es moverse.

Lo que me gusta es que a diferencia de las flores que nos venden en cada esquina, uno como ser humano tiene la posibilidad de florecer cada día, cada hora, cada diez segundos si es que queremos. 

¿Cómo? Regresando a nosotros mismos. Consintiéndonos, haciendo lo que se siente bien ahora, yendo a los lugares que nos hacen felices, viendo a las personas que nos dan alegría, aprendiendo las cosas nuevas que nos llaman la atención. 

De pronto volver a uno mismo suena complejo pero podemos comenzar por una caminata a solas, con una taza de té, charlando con nuestra persona especial, escribiendo cartas, viendo nuestra película favorita, tirarnos a la cama y ver las nubes a través de la ventana. Comiendo chocolate, tomando vino o durmiendo… creo que cada uno de nosotros conoce mejor lo que nos hace sentirnos felices, relajados, queridos. 

Hacer aquello que nos mueve y nos eleva. Elegir lo que nos ayuda y, casi sin darnos cuenta, cuando nos veamos frente al espejo notaremos cambios importantes: el brillo en la mirada, los dientecitos asomando por nuestros labios, las arruguitas que se forman alrededor de los ojos cuando sonreímos y algo que no es visible, pero que se siente, es cuando nuestro pecho está calientito, suave y nuestro corazón abierto, con ganas de recibir todo lo que la vida ofrece. Todo.

Es ahí donde nos vemos a nosotros mismos haciendo aquello que la flor no pudo hacer: reflorecer.  


Comentarios

  1. Cuando iba a imaginar que aquella botella con esa flor que algún día me tocó ver ahora vería la reflexión que llevaba en su interior 🌸

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  2. Que increíble capacidad de reflexionar y escribirlo felicidades 🍾🎈🎉🎊

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