Aceptación
Existen ideas que permanecen en mi cabeza y a veces esas ideas no se materializan, no tocan el papel hasta que sucede algo, no tiene que ser un gran suceso, es simplemente algo que permite que mi cerebro pueda convertir en palabras aquella idea. Algo así me sucedía con el tema de hoy.
Hace algunos meses leía en el Almanaque de Naval Ravikant la idea de que podemos encontrar felicidad en la aceptación y es eso de lo que quiero platicarte hoy. Este libro dice que en cualquier situación de la vida tenemos tres opciones: cambiarla, aceptarla o soltarla.
El tema que quiero abordar en esta ocasión es la aceptación, porque me parece que muchas veces queremos cambiar tantas cosas y si no podemos lograrlo simplemente las dejamos. Pero ese proceso puede dejarnos un rastro de frustración por no haber logrado cambiar aquello que deseábamos.
En cambio, cuando logramos aceptar las cosas, las personas y las situaciones alrededor logramos verlas de una forma distinta.
Naval Ravikant hace una pregunta poderosa: ¿cómo luce la aceptación?
Muchas veces no obtenemos lo que deseamos pero también es cierto que, en ocasiones eso, sucede por un bien mayor. Y entre más rápido podamos aceptarlo, más pronto nos podremos adaptar a la realidad.
Pero bueno, en palabras todo suena hermoso… ¿cómo luce la aceptación en la realidad? Desde mi experiencia, la aceptación inicia dentro de nosotros mismos.
Un ejemplo super fuerte para mí es la aceptación de aquello que no nos gusta tanto de nosotros, desde aspectos de nuestro cuerpo físico hasta nuestras actitudes, pensamientos y las emociones que podemos llegar a sentir.
Cuántas veces alguna persona cercana a nosotros nos ha dicho cosas como: te enojas muy fácilmente, eres muy amargada, nunca te atreves a nada, etcétera. Es decir, hay personas a nuestro alrededor que de pronto nos señalan cosas de nosotros que no nos gustan y que, por ende, no aceptamos.
Es difícil para nosotros decir: “ciertas cosas me hacen enfadar muy fácilmente”, o “en este momento no me siento de humor” o “tengo miedo y no me siento preparado para hacer algo así”. Y al no pronunciar estas palabras, les mentimos a los demás y nos mentimos a nosotros mismos diciendo: “Claro que no estoy enojado”, “no soy una amargada” o “para nada siento miedo”.
Pero hoy quiero decirte algo, no desde una posición de superioridad ni sabiduría sino con el corazón en la mano, que aceptar las sensaciones en nuestro cuerpo, nuestras emociones y sentimientos no es sencillo.
Porque abrir nuestro corazón y traducir en palabras nuestros miedos, nuestras fobias, nuestras frustraciones y otro montón de cosas que nos resultan incómodas, es como romper un caparazón. Nos vamos a sentir sin protección, como si estuviéramos en medio del mar sin poder aferrarnos a algo o en caída libre sin paracaídas. Exponernos nunca nos va a dar inmunidad.
Pero al mismo tiempo puede ser una liberación tremenda el hecho de decir “Sí, me siento mal. No estoy contento. Tengo miedo”. Y esto es mostrarnos al mundo tal cual somos, sin filtro y eso permite que ese mundo nos cobije y nos brinde la protección que necesitamos en el momento.
Sí, es muy probable que la aceptación nos haga sentir vulnerables, y aunque parezca contradictorio lo que voy a decir, hoy te repito las palabras que alguien me dijo a mí: abracemos esta vulnerabilidad porque de ahí nacerá nuestra fortaleza.
Gracias por compartir este texto
ResponderBorrarGracias a ti por leerlo!
Borrar:)
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