Bajar los hombros
Intenté escribir pero no lograba concluir una idea, no lograba completar un párrafo y después de mucho tratar decidí hacer a un lado la computadora, abandonando la preocupación por “no saber qué escribir”. Y justo después de algunas horas sin sentir la “obligación” de escribir, las palabras empezaron a acomodarse en mi cabeza.
Tenía la intención de hablar sobre el control y la importancia que tiene en mi vida. El control es parte de mí y siento que lo seguirá siendo hasta el final de mis días.
Cuando hablo de la importancia del control en mi vida me refiero a la certeza de conocer cómo van a terminar ciertas cosas o situaciones, de tener la seguridad de que el camino elegido es el correcto y me llevará a un buen puerto, de la posibilidad de influir en el resultado de un proceso. Y es que ¿a quién no le gusta salir victorioso?
Sin embargo, la vida es perfecta y siempre nos presenta situaciones y momentos en los que la mejor opción es frenar esta necesidad de querer controlarlo todo, de querer lograr las cosas en el menor tiempo posible, de tener siempre lo mejor, de estar siempre sonriendo, de que las cosas salgan como yo quiero, de que la vida sea como la he dibujado en mi mente.
Y es que los momentos en que no sabemos qué hacer, cómo actuar, qué decir o escribir, o cuando no tenemos idea de cómo van a terminar las cosas, son los que nos obligan a reconocer nuestro papel en el mundo, a concentrarnos en nuestra respiración, a observarnos de una forma distinta y escucharnos sin juzgar.
Cuando se descansa de esa necesidad de controlarlo todo, empiezan a fluir cosas, cosas que pueden ser o no lo que esperamos, empiezan a ordenarse las ideas, la información se asimila y la claridad aparece, no en un sentido de saber qué hacer sino desde la contemplación, la tranquilidad y la perfección. Si, la perfección de la vida de darnos siempre lo justo, en el momento correcto y de la mejor manera, con sus momentos sencillos y los difíciles, con la alegría y la tristeza, el malestar y el bienestar.
Claramente esto no es sencillo… para nadie lo ha sido, pero la belleza de esto radica en saber que la vida es un camino que nunca termina y que no tenemos la obligación de convertirnos en un ser completo ni en un producto terminado. No existe un plazo ni fecha de vencimiento.
Ser consciente de lo bueno que es no saber qué hacer, no saber qué decisión tomar, no conocer de antemano el resultado o qué camino elegir. Porque esto es solo la señal de que este no es el momento para hacer o saber algo, quizá es solo el momento de soltar las riendas, de estar en descontrol, de relajarse, bajar los hombros y dejar que la vida fluya.
Por dejar que la vida fluya 🙌
ResponderBorrarDarnos ese permiso, muchas gracias por leerlo!
BorrarLa lectura justo en el momento indicado, gracias.
ResponderBorrarQue gusto! y muchas gracias!
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